La historia del colchón

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La historia del colchón
Si los colchones hablaran nos contarían muchas cosas. Secretos de alcoba, confesiones, pasiones ocultas, promesas por cumplir, abrazos reconfortantes, silencios que duelen… pero sobre todo nos contarían muchos sueños.
Sueños que a lo largo de la historia han sido mejor acogidos según ha ido progresando la técnica, la artesanía, la evolución de los materiales y el desarrollo de la raza humana, con sus carencias y sus necesidades, con sus ritmos.
Si buscamos el origen, la palabra colchón viene del latín culcîta, colcha, cobertura de cama.
Pero, ¿y si hacemos un viaje en el tiempo para remontarnos a ese primer colchón?, ¿Cómo sería? Pues nos encontraríamos con el colchón ideado por los persas, estaríamos durmiendo en un saco de pieles relleno de agua.
Las civilizaciones posteriores lo rellenarían con heno y paja, aunque lo único que podía hacer en ese momento el colchón primitivo era aislar a sus bellos durmientes de la humedad del suelo, propiciando un cultivo de gérmenes nada alentadores.
Poco a poco fueron añadiendo, como si de una receta se tratara, nuevos ingredientes: como los vellones de lana o plumas de ave entre otros elementos, aportando un poco de calidez a esas esterillas que empezaban a ser unas bases de descanso tan necesarias.
Pero seguían sin conseguir que esas piezas aportaran la comodidad requerida para conseguir un sueño reparador. Quién sabe si el concepto “comodidad” entraba en su vocabulario.
Desde el período Neolítico, pasando por los persas, egipcios, griegos y romanos, podemos decir que la humanidad dormía en condiciones similares, sin considerar la cama como un mueble del hogar que se encontrase en la habitación. Entendiendo “habitación” como el espacio dedicado para el descanso y para el orden de los enseres personales, tal como lo entendemos actualmente.
Sin embargo, sabemos que ya en Egipto se apilaban hojas de palmera a modo de colchón, e incluso el faraón Tutankhamon disponía de una cama donde dormir, un mueble tan alto que tenía que subirse mediante una escalera. ¿Sería acaso para estar más cerca de los dioses? Seguramente, en la concepción egipcia no nos sorprendería nada.
Sabemos que los griegos dormían sobre placas de madera o mármol sobre las que extendían unas telas. Algunos siglos más tarde, los romanos cogieron unos sacos de tela y los rellenaron con paja o caña, lana o plumas.
Aún así la cama como tal, destinada únicamente para el descanso, no tenía aún la relevancia que tiene en nuestros días.
En la Edad Media se seguían utilizando los mismos materiales, elementos orgánicos para rellenar las pieles de animales, propiciando nidos de insectos y parásitos, incluso roedores que nacían en su interior. Seguían sin aportar confort y estabilidad, además se deformaban con facilidad.
Es en ese momento cuando se les ocurrió coser el colchón por secciones, así se rellenaban por separado.

Será, sin embargo, en el período del Renacimiento, al inicio de la Edad Moderna, cuando se empieza a tener en cuenta el valor estético y decorativo de la habitación. Terciopelos y tejidos fastuosos de mejor calidad empezaron a cubrir el colchón, al que ornamentaban con ricos bordados.
La cama como tal era considerada un símbolo de riqueza y prestigio. Se solían heredar. Formando parte del ajuar de las mujeres de la época.
Será en la Época Contemporánea, a partir del siglo XVI, cuando surge la idea del colchón como tal. Como esa base de descanso y bienestar. Es en esta etapa donde encontramos la estructura de la cama, sommier y colchón. Y sobre todo la necesidad de crear un nuevo ambiente en el hogar donde se pudiera únicamente descansar y tener a salvo los objetos personales, ajenos a los vapores de las cocinas y los olores de caldo.
Un espacio donde el descanso cobrará mayor protagonismo, donde esos secretos de alcoba descansarían sobre lechos más confortables, cubiertos de velos vaporosos. A mí me vienen a la mente unas camas cubiertas con doseles, con unos colchones altos de lana, cubiertos con mantas laboriosamente tejidas y sábanas con ricos bordados de motivos florales con hilos de oro. Un aroma de incienso flotando en el aire, tapando los efluvios corporales que emanaban de los poros de la piel de quienes habitaban esos espacios -sabemos que la higiene no era lo que más destacaba en esa época, pero bueno, eso ya será otro capítulo- ahora volvemos a nuestra historia del colchón, nos volvemos a sumergir en esa cama con dosel, cerramos los ojos y nos dejamos caer en ese mullido colchón de lana tan ricamente ornamentado.

En algunos países europeos existía la figura del colchonero, ese personaje que se dedicaba, viajando de pueblo en pueblo, a ahuecar, rellenar y airear los colchones de lana.Porque si algo necesitaban estas piezas era ser ventiladas con frecuencia.


Cerramos los ojos y al abrirlos estamos ya en el s. XVII y nos encontramos sobre un colchón de muelles. Estamos incómodos, porque estos colchones tienen unos muelles cilíndricos, en lugar de tener forma de cono. Se mueven al sentarnos sobre ellos e incluso a veces salen disparados rompiendo el tapizado. Según nos movemos nos los clavamos, pero son un poco más trabajados que las piezas que hemos dejado atrás en nuestro viaje. Y esto se lo debemos a Heinrich Westphal, quien a pesar de vivir en la máxima pobreza -como solía pasar con los grandes genios de la historia- fue quien elaboró el colchón de manera artesanal incorporando los muelles.
La innovación técnica y tecnológica llegará en forma de nuevos materiales que se incorporarán en el siglo XX, uno será la espuma, se trata de la gomaespuma de poliuretano; otro serán los muelles ensacados, colocados de manera horizontal en pequeños saquitos, aportando estos últimos mayor confort; otro elemento será la viscoelástica, desarrollada por la Nasa, con unas propiedades únicas para aliviar la presión del cuerpo, aportando ese plus de bienestar que faltaba; y por último el látex. El colchón de látex lo inventó hace cien años Edwuard Murphy, él trabajaba con caucho en la fábrica Dunlop, asi que conocía de primera mano las ventajas de este material, ideales para aportar un poco de cuerpo y que a la vez era el que mejor se adapta a los pesos más pesados, el látex es un componente extraído de algunas especies de árboles y vegetales.
Diferentes grosores de espuma y la combinación de estos elementos harán del descanso una actividad más placentera.
La evolución del colchón ha ido muy lejos, sin embargo sabemos que aún nos deparan sorpresas, que los creativos pondrán todo su empeño para que unas manos experimentadas creen nuevas maneras de conseguir el descanso perfecto, el descanso reparador.
¿Quién sabe cómo dormirán las generaciones futuras?
Mi apuesta está hecha, sus sueños serán acogidos por un colchón Clisiko.

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